lunes, 22 de octubre de 2007

CIENEGUILLA - Valle de la eterna primavera

A 20 km al este de Lima, y a 380 msnm, se encuentra el apacible, discreto y tibio distrito de Cieneguilla. Una pequeña villa con sol durante todo el año y con una oferta hotelera y gastronómica que hace las delicias de sus visitantes.
Es uno de los lugares predilectos de los limeños para pasar espléndidos fines de semana. Sobre todo en el invierno.
Para acceder a él se toma una pista asfaltada, muy sinuosa, que se sucede entre amplias colinas. Luego de la bajada se interna en una zona llena de restaurantes campestres.
Cieneguilla se halla al pie del río Lurín. De escaso caudal y delineado por esbeltas sacuaras, es una fuente de agua bastante limpia. La prueba está en la existencia del jején, mosquito tropical que solo habita en aguas no contaminadas.
Una reciente sequía secó el cauce y ahuyentó la trucha, que ahora, junto con el camarón, solo habita río arriba, en la serranía. Sin embargo, en los restaurantes se encuentra en forma de cebiche, y al lado de cuyes, pachamancas y chicharrones.
Los hostales suelen ofrecer un amplio espacio de recreo en donde se alquilan caballos y carretas. Al caer la tarde, la neblina comienza a extenderse por los cerros desnudos, antes de cubrir el valle como un manto húmedo.
Cieneguilla invita al viajero a escapar del bullicio de la capital y a tomar un poco de sol. Para los amantes de los deportes de aventura, Cieneguilla cuenta con excelentes circuitos para la práctica de ciclismo de montaña, motocross, escalada en roca y, en los meses de verano, canotaje en el río Lurín.
A un kilómetro del óvalo principal, por la carretera hacia Lurín, se contempla la ex hacienda de Cieneguilla, donde algunos años atrás se cultivaba algodón. En dicho lugar se halla la casa que habitó el caudillo don Nicolás de Piérola durante la Guerra del Pacífico.
Por esa carretera se llega a Manchay, una hermosa campiña que produce casi todas las fresas que llegan a Lima. Se atraviesa por muchos lugares que deslumbran por su vegetación. Si el viajero despierta su espíritu acucioso y aventurero, le interesará conocer mejor la zona.
Por un camino afirmado que asciende vertiginosamente por el valle de Lurín, se llega en seis horas al poblado de Huarochirí, capital de la provincia del mismo nombre. Allí existen centros de producción agropecuaria dedicados a la crianza de aves ornamentales, derivados lácteos, miel de abeja, plantas exóticas, caballos de paso, entre otros. Desde esta vía se desprende una serie de caminos afirmados y de trocha que llegan hasta los acogedores y pintorescos pueblitos de Cruz de Laya, Orcotoco o Suricancha.
Otra alternativa que ofrece Cieneguilla es un camino que bordea la quebrada de Tinajas y que recorre un valle árido, lleno de cactáceas. En cinco horas se llega a los caseríos de Santo Domingo de los Olleros y Repartición. Este último se une a Huarochirí por la misma ruta.
La época de crecida de río es de noviembre a abril. Al viajero que decide dormir en Cieneguilla se le recomienda llevar un abrigo para la noche. Si aborda los caminos hacia la serranía será conveniente llevar ropa de abrigo, pues las noches suelen ser frías.

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